Reflexiones acerca de la lectoescritura en los docentes

Reflexiones acerca de la lectoescritura en los docentes

Reflections about literacy in teachers

Mtra. Beatríz Elizabeth Mille Gris 
Autoridad Educativa Federal de la
Ciudad de México en el nivel de educación primaria.

Correo: beatriz.mille@aefcd.gob.mx

Mtro. Elías Joel Ramírez Martínez
Escuela Nacional Preparatoria plantel 8 “Miguel E. Schulz”
de la Universidad Nacional Autónoma de México.

Correo: elias.ramirez@.enp.unam.mx

Resumen

Este artículo propone una reflexión acerca de las habilidades que tiene y ha tenido el docente a lo largo de su formación para poder desarrollar su labor, principalmente en cuanto a lectura y escritura se trata, partiendo de que son elementos fundamentales en la enseñanza de los estudiantes pero también en el campo de continua preparación profesional, entendiendo que este debe identificarse como generador de transformaciones y aportes hacia el área educativa.

Palabras clave: docente, habilidades, lectura, escritura.

Abstract

This article proposes a reflection about the skills that teachers have and have had throughout their training to be able to develop their work, mainly in terms of reading and writing, based on the fact that they are fundamental elements in the teaching of students but also in the field of continuous professional preparation, understanding that this must be identified as a generator of transformations and contributions to the educational area.

Keywords: teacher, skills, reading, writing.

Introducción

Mucho se habla acerca de que el docente es uno de los principales apoyos en la enseñanza de la lectura y escritura en los niños y jóvenes, uno de los actores que posee los elementos para promover la lectura en su comunidad y fomentar el gusto hacia ella. Sin embargo, poco es lo que se analiza en torno a aquellos hábitos, conocimientos, habilidades y actitudes que posee al respecto como parte de su propia formación, acerca de si comprende él mismo lo que lee, si le es posible reconstruir en la escritura aquello que se desprende de sus reflexiones posteriores, y si disfruta de la lectura como una actividad no solo académica, sino recreativa.

En los últimos años, se han planteado una serie de propuestas de cambios curriculares en la formación y evaluación docente, en la enseñanza pedagógica, la atención a la diversidad y a los múltiples problemas sociales, económicos y ambientales, lo cual ha dejado ver que el magisterio tiene diversos retos que cumplir, para los que debe estar preparado. Muchas son las competencias que se le pide poseer y desarrollar, desde las más básicas, como el saber leer, hasta aquellas que requieren mayor complejidad, como las digitales.

El mundo del conocimiento sigue cambiando y creciendo a un ritmo tal que es imposible dominarlo todo; se requiere más que nunca la capacidad de poder investigar, analizar, sintetizar, identificar y utilizar aquella información que se requiera de acuerdo con el momento, con el problema a resolver, con el contexto en que se encuentre.

Con la claridad de todo lo anterior, surge la inquietud acerca de si los docentes están preparados para hacer frente a todo ello, partiendo de identificar si tienen las habilidades básicas para lo que implica leer y, posteriormente, escribir sus ideas construyendo el propio aporte hacia su área de enseñanza.

En este artículo se pretende hacer una revisión al respecto ofreciendo una serie de puntualizaciones que deben considerarse y atender como parte de la formación inicial y continua de estos profesionales y como base indispensable para el desenvolvimiento en la enseñanza y el aprendizaje con sus alumnos.

¿Qué hay de la lectura y la escritura?

De acuerdo con Ferreyro y Stramiello (2008), organismos internacionales han indicado que saber leer es una competencia universal, un derecho y una necesidad que debe satisfacerse, sin embargo, se ha encontrado que las experiencias de lectura en los profesores llega a ser deficiente, ya que no se trata solamente de que estos entiendan lo que se plasma en los libros y documentos, sino que lo logren transferir para crear el propio conocimiento, sin dejar de lado, claro está, el gozar durante dicho proceso.

Se sabe que, por medio de la lectura, las personas pueden desarrollar su creatividad e imaginación, pero además logran ampliar su perspectiva acerca de diferentes temáticas, tomar postura ante situaciones complejas, desarrollar una actitud crítica y, en general, ampliar la comprensión sobre el mundo natural y social que les rodea.

Sin embargo, poco es el valor que se le otorga al leer, ya que en el caso de los educadores queda como algo más instrumental y de uso exclusivo para su trabajo práctico, como aquello que lo ayuda a desenvolverse solo en el momento de la enseñanza, dejando fuera el ser partícipe de la generación de propuestas hacia el campo educativo o el asumir el rol de investigador, y menos aún el de poder disfrutar del mundo de la lectura para recrearse y crecer como persona.

Como señala Tovar (2009), el docente tiene la posibilidad de crear en los estudiantes el gusto por leer y escribir, pero solo puede lograrlo si es algo que le apasiona, que le interesa. No obstante, es común encontrar en las escuelas que el profesorado tiende a evadir la lectura, ya que busca obtener para su labor aquellas indicaciones “mágicas” que sean compartidas por otros y que le faciliten enseñar. Por ello, muchos prefieren no continuar con su preparación en niveles de posgrado al considerar que deberán leer mucho y no es algo que deseen.

Resultado de esta situación son los problemas en la lectoescritura que los alumnos manifiestan a lo largo de su trayecto formativo, de tal suerte que llegan a los niveles de educación superior con esta deficiencia y esperan que se les ofrezcan opciones como talleres, cursos y otras actividades para “aprender a leer y escribir” y poder cumplir las expectativas de su campo profesional.

Y véase aquí un círculo vicioso, ya que el mismo docente es producto del sistema que está educando a los individuos sin consolidar las habilidades básicas, lo cual es también un tópico del que no se habla mucho, quizá por no querer evidenciar una realidad que es por muchos conocida, pero poco atendida.

Es importante preguntar ¿cuál es la situación del docente en torno a estas habilidades? ¿Presenta dificultades en sus competencias lingüísticas a raíz del rezago propio del sistema en el cual pretende incidir? Precisamente, busca lograr los aprendizajes de aquellas pensando que a partir de la educación secundaria los estudiantes ya no requieren de ayuda en los elementos básicos, sin embargo, encuentra que en todos los niveles formativos esas carencias son las que dificultan el logro de todos los demás aprendizajes. 

Nos encontramos ante un panorama complicado en el que se requiere que el docente comience por analizar y evaluar su formación con respecto a la lengua escrita y a la lectura, así como el valor y concepción que tiene de estas. Se vuelve fundamental que reconozca su responsabilidad y papel en el panorama de la lectura y escritura en su propia comunidad, ya que, a diferencia de otros profesionistas, la formación que el docente debe tener como lector y escritor no es opcional, sino un compromiso que debe cumplir (Tovar, 2009). 

Este artículo busca ser un pretexto para iniciar el debate y para repensar el porqué y para qué se lee, subrayando la importancia innegable de la lectura y la escritura en la reconstrucción del pensamiento y la interpretación del mundo en el que se vive.

¿Un ciudadano lector formando ciudadanos?

Como parte de las habilidades que debe poseer un ciudadano que quiera ejercer sus derechos se encuentra la lectura. Relata Brand (2017) que hace pocas décadas la ciudadanía se construía mediante la transmisión oral, en relaciones cara a cara, y que ahora se realiza mediante la lectura. Más que nunca se requiere no solo enseñar cómo leer, sino qué hacer con lo leído, ya que es mediante la lectura que se genera el encuentro con los demás, con los otros ciudadanos: es una forma de crear la conciencia ciudadana en los alumnos.

Aunado a ello, ante el desarrollo tecnológico, las formas de compartir lo escrito y realizar las lecturas ha cambiado, de tal suerte que se rompe con las barreras del espacio y el tiempo. Ahora es posible saber acerca de habitantes de zonas muy distantes, de problemas que se enfrentan no solo a nivel nacional, sino internacional, para los que se requiere participación en común. Al encontrar cada vez más producciones escritas en internet, se vuelve necesario poder distinguir aquello que es verdadero, aquello que tiene un fundamento, de lo que no; ahora ya no es solo el libro el que permite acercarse al conocimiento, lo digital ha transformado esa interacción, por tanto, se requiere aprender para transitar entre una diversidad de contenidos e información y llegar a aportar lo propio.

En ese sentido, surge también la cuestión de si los docentes están preparados para estos cambios: ¿cómo se desenvuelven en las nuevas comunidades virtuales?, ¿cómo construyen la comunicación?, ¿poseen las competencias para resolver las dudas que sus estudiantes tienen respecto a ese nuevo universo?, ¿sabrán utilizar las herramientas para la promoción de la lectura y escritura, así como para la comprensión de su asignatura?

Como bien señala Brand (2017), se están creando nuevos tipos de lectores y de alfabetización. Ahora los sujetos crean comunidades virtuales de lectura en las cuales los niños y jóvenes pueden convertirse en expertos y líderes de opinión. Y agregaríamos al docente, quien puede compartir con diferentes colegas sus inquietudes y construcciones. Pero es importante que este tome conciencia de ello para que logre, primero, de forma personal, la lectura, su comprensión, análisis, síntesis y uso para, posteriormente, favorecer esto mismo en sus estudiantes.

En los últimos años, se habla de atender la diversidad, la inclusión, la perspectiva de género y la convivencia sana, entre otros temas, para los cuales se requiere formar ciudadanos con la capacidad de entender las ideas del otro, de poder expresarse de diferentes maneras, mostrando congruencia en lo que se comparte, de proponer soluciones a las problemáticas e inquietudes individuales y sociales, así como de aceptar lo diferente, para lo cual se puede ayudar en gran medida mediante las experiencias de lectura, sobre todo aquellas en las que se goce lo leído. De esta manera, se puede tener el gusto por escribir al compartir los propios pensamientos, sentimientos, valores y vivencias, recordando que también las de los otros son igual de importantes y preciadas.

Los retos del ansiado posgrado

Si leer y escribir es fundamental para la enseñanza y el aprendizaje desde la educación básica hasta el nivel superior, entonces está claro que lo es más cuando el docente transita por un posgrado.

Sin embargo, es posible encontrar las dificultades a las que se enfrenta al tener que leer y reconstruir, mediante un análisis serio y una perspectiva acerca de aquello que ha leído.

Según Vivero-Domínguez (2021), leer puede ser fácil cuando se ha aprendido el alfabeto, los signos de puntuación y cómo hacer pausas entre palabras; al mismo tiempo, la escritura es sencilla si se conocen las reglas de la gramática y de ortografía. Pero avanzar en el proceso de lectura y escritura requiere muchas más habilidades, las cuales en un nivel como el posgrado llevan a preguntar si los profesores tienen no solo el hábito, sino la capacidad de comprender lo que leen, si saben utilizar la lectura como argumento y reestructuración de nuevas posturas e ideas.

Un docente que no ha logrado el hábito de la lectura y la escritura se encontrará con muchas dificultades conforme avance en su preparación, de tal suerte que es posible encontrar prácticas en las actividades académicas de una maestría o doctorado, en las que solo se “copia y pega” aquello que ha dicho un autor sin más. 

Un posgrado requiere, sí, de mucha lectura, pero también de escribir; implica leer quizá textos de mayor complejidad y crear producciones escritas de otra calidad y profundidad.

La lectura y la escritura deben permitir reorganizar y reconstruir el propio pensamiento, ser utilizadas en procesos como los de investigación para seleccionar e interpretar información pertinente a aquello que se quiere compartir o dar a entender. Leer es el primer paso, pues permite adquirir un nuevo lenguaje para después utilizarlo al escribir. Es decir, que se aprende de diversos autores y luego se unen y reformulan las palabras para crear algo nuevo.

Las consecuencias de carecer de estas habilidades llevan a que el estudiante de posgrado tenga poca expresión de sus ideas y que tenga dificultad de plantear de forma clara aquello que le interesa indagar, por ejemplo, para el trabajo de tesis. Esto lleva a complicaciones para titularse al no lograr concretar lo que desea investigar porque no conoce cómo hacerlo.

Pero, además, no se trata de que lea solamente aquello que se le propone durante las actividades académicas de la maestría o el doctorado. Es necesario que se practique la lectura en diferentes temáticas y ámbitos para lograr una mejor comprensión de su entorno social y cultural.

Entonces el estudiante de posgrado debe revisar el camino formativo que ha seguido para encontrar cuáles son sus carencias, qué necesita fortalecer y seguir desarrollando, así como ser honesto en cuanto a los hábitos que realmente ha logrado como parte de su profesión.

Villabona (2019) indica que los escritos en el nivel de posgrado requieren de una conceptualización original y saber usar la escritura para crear ideas coherentes y contextualizadas, por lo que no logarlo puede llegar a convertirse en un factor por el que se deserta o eviten estos estudios. 

Desde esta perspectiva, es vital realizar estudios en México para conocer cómo llegan en este caso los docentes a una formación de maestría y doctorado, qué habilidades tienen para la lectura y la escritura, cuánto tiempo dedican a estas y qué necesidades tienen, por ejemplo, con respecto al apoyo requerido por los asesores, ya sea para explicar sus ideas o para corregir o cambiar aquello que se les sugiere.

Se debe pensar en las instituciones educativas y en que, más allá de que se lea y escriba buscando dar cuenta de una actividad de evaluación, es importante que los estudiantes logren la comprensión de lo leído y puedan, además de interactuar con el texto, utilizarlo para relacionarse en el mundo en que se desenvuelven.

Tampoco debe olvidarse el disfrute que debe ir implícito en la lectura, el gusto y la fascinación que puede obtenerse al quedar inmerso en un escrito, dejando que la mente lo recree y retomando aquello que más llama la atención, así como haciéndose preguntas y dando posibles respuestas, inventando nuevos mundos, nuevas formas de vivir y de ser.

Junto con esto, la escritura debe volverse ese diálogo con el otro, ese contribuir a su propio crecimiento y seguir generando el interés por conocer, con aspiraciones a llegar más allá del papel.

A manera de cierre… si es que lo hay 

Se ha tratado de plantear hasta aquí una perspectiva acerca del panorama observado en la formación y actuación docente con respecto a la lectura y la escritura, dejando entrever diversas preguntas a las que se debe dar respuesta como parte de una problemática real que se vive y que genera no solamente que el profesorado no sea partícipe de realizar investigación o escribir alguna propuesta educativa, sino que su enseñanza siga viéndose impactada por tales carencias, que afectan, además, los aprendizajes de los alumnos. 

Si bien es cierto que tanto universidades como instituciones de posgrados llegan a ofrecer talleres, cursos y otras actividades para desarrollar y fortalecer las habilidades de lectoescritura en sus estudiantes, debiera ser desde la educación básica y posteriores niveles en los que sea precisamente el propio docente quien ayude a crear el hábito y gusto por leer y escribir, para lo cual se requiere que desde que ingresa, ya sea a la formación inicial como futuro profesor o en el caso de muchos profesionistas, a la labor magisterial en alguna escuela, cuente con los espacios, tiempos y herramientas para valorar sus habilidades y comprometerse a mejorarlas como parte de su responsabilidad profesional.

Es necesario también crear conciencia de que las lecturas que se realicen no sean exclusivas del contenido de su trabajo, de que leer no solo es necesario para dicho “trabajo”. Es cierto que la docencia requiere de un entendimiento amplio acerca del mundo y de los diversos fenómenos educativos, sí, pero también de los sucesos sociales, políticos, culturales, ambientales, económicos u otros.

Como parte de los espacios de reflexión en las instituciones educativas, se requiere que se incluya la promoción de la lectura sin reducirla a algo utilitario, pensando en crear lectores desde otra perspectiva y en despertar el gusto e interés por leer, recordando que es así como se transforman los sujetos, contagiando lo que apasiona.

Al mismo tiempo, se debe subrayar que así como los profesores encuentran que sus alumnos tienen dificultades y problemas al enfrentarse a la lectura y escritura, así ellos mismos pueden estar transitando con rasgos similares, por lo que deben hacerse conscientes de ello y ayudar a romper el círculo vicioso que el sistema genera, pues mientras no se tenga un compromiso claro, difícilmente se podrá cambiar aquello que tanto aqueja la educación en México. 

Por otro lado, se requiere replantear la finalidad de las actividades o tareas educativas desde el nivel básico hasta el posgrado, pensando en el para qué se establecen, ya sea como mero trámite y elemento cuantitativo de evaluación o como una forma de que los alumnos trasciendan, reconstruyan y reformulen su entendimiento hacia el mundo.

Quizá se considere un tanto difícil poder iniciar y mantenerse en el camino de un lector y escritor, pero mientras más tiempo se deje pasar, es menos lo que se avanzará en el proceso y lo que se podrá compartir.

Referencias

  1. Brand, J. (2017). El docente lector como formador de ciudadanos. Revista de Educación ALTERIDAD, 12(2), 164-175. https://www.redalyc.org/journal/4677/467751871003/467751871003.pdf
  2. Ferreyro, J. y Stramiello, C. (2008). El docente: desafío de construir/se en sujeto lector. Revista Iberoamericana para la Educación, la Ciencia y la Cultura, 45(4). https://rieoei.org/RIE/article/view/2076/3091
  3. Tovar, R. (2009). La formación como lector y escritor: un reto para el docente. EDUCERE. La Revista Venezolana de Educación, 44, 109-116. https://www.redalyc.org/pdf/356/35614571013.pdf